lunes, 3 de enero de 2011

La fidelidad

La fidelidad a una congregación (la que sea) es fidelidad a Dios. La Legión no pondrá ningún problema a que salgan de ella los miembros que así lo deseen, de eso estoy bien seguro. Si yo fuera legionario tendría un gran deseo de que todos aquellos que no tuvieran ganas de continuar salieran cuanto antes. Es más querría que salieran cuanto antes.

Pero muy a pesar de que yo tuviera esas ganas, cuando me preguntaran debería recordar que abandonar o no abandonar una congregación no es una cuestión moralmente indiferente. La Iglesia no dice: ambas posibilidades son iguales, elegid la que queráis. Y no dice eso porque no son iguales, pues las promesas hechas a Dios de servirle en una congregación, son promesas que obligan.

La Iglesia da la posibilidad de salir, pero la Iglesia no dice que ambos caminos son exactamente iguales a los ojos de Dios. Cada uno debe ser fiel a su camino.

Cada uno debe perseverar, aun admitiendo que hay casos en los que un religioso puede lícitamente salir de su congregación. Por ejemplo, la Madre Teresa de Calcuta pidió salir de su congregación para fundar una nueva. Tenemos también muchos ejemplos de religiosos que han sido movidos por Dios para salir de su congregación, para entrar en otra más estricta.

Pero aunque haya excepciones, en principio, como norma general, uno debe perseverar en el camino al que fue llamado. Las razones por las que uno puede hacer votos solemnes en una congregación son muy variadas, algunas aparentemente muy humanas o fortuitas. Pero al final el lugar donde uno profesa, es el lugar adonde uno ha sido llamado por Dios. Insisto, esa llamada es divina por más que las razones para llegar a ese sitio puedan parecer meramente humanas y no divinas. Pero aunque uno llegara a un sitio por razones completamente humanas, la profesión solemne es algo divino, es un holocausto, una inmolación. La persona deja de pertenecerse para entregarse enteramente a la Divinidad. Uno abandona su propia voluntad para entregarse a Dios en ese camino. Un voto solemne es un arrojarse al abismo de amor del Ser Infinito. No exagero lo más mínimo cuando digo que es eso un voto solemne. Si alguno alberga una idea más mediocre de lo que es un voto solemne, jamás deberá emitirlo. El voto solemne o es entrega total cuando se profesa, o será un desastre.

Las dudas, la insatisfacción, comienzan a aparecer cuando se comienza a verlo todo de un modo humano de nuevo. La entrega puede ser total al principio, y después albergar ciertas restricciones después. Esas restricciones cambian el modo de mirar la propia congregación. Y así lo que antes parecía una legión de Jesucristo, ahora aparecerá como una asociación humana con fines humanos. Es decir, se ven con ojos terrenos las realidades que tienen que ver Jesús y sus seguidores. Pero si ese proceso de humanización continúa, también la diócesis a la que uno vaya aparecerá bajo esa luz que ya no es sobrenatural, y al final hasta la misma Iglesia acaba viéndose como una multinacional.

No hay comentarios:

Publicar un comentario